lunes , octubre 14 2024

La profesión periodística no se acredita con aplausos

Por: Dr. Roberto Pérez, docente investigador de la Universidad de El Salvador y doctor en ciencias de la comunicación.

Que usted vea información sin verificar es como auto recetarse medicamentos sin prescripción médica

Cuando esta semana la Asamblea Legislativa acreditó a youtubers para que realicen sus “coberturas periodísticas” en detrimento de la labor del ejercicio periodístico, argumentaban que así rompían el cerco mediático impuesto por los medios tradicionales. Semejante planteamiento puede demostrar una total ignorancia sobre comunicación política o una profunda perversión de marketing político. Como sea, sus intenciones ocultas reflejan lo estratégico de su comunicación, pero su distanciamiento real del pueblo, pues no pone de manifiesto que los flujos de información son el resultado de la pluralidad de medios de visiones de mundo que se confrontan en lo que el filósofo alemán, Jürgen Habermas, llamó “la búsqueda cooperativa de la verdad”.

El desprecio a la profesión periodística y el coro de aplausos hacia los creadores de contenidos, Youtubers, es indicativo del interés en reconocer que la verdad única es la construcción social del conocimiento emanado de las voces de los diputados. Si los medios de comunicación tradicionales les parecen unidimensionales, la propuesta de los youtubers lo está también, sumándole que la Asamblea Legislativa tiene sus propios medios tradicionales y, en general, el gobierno concentra el sistema de medios estatal, siempre con el discurso de romper el cerco mediático ha logrado capturar las radios privadas del ex Grupo Radial SAMIX (expropiedad del expresidente Antonio Saca), ahora llamado Radio Corporación El Salvador.

En toda esta discusión, reflexionar sobre el rol de los periodistas no parece justo, ni si los medios tradicionales están desfasados, cuando diversos estudios demuestran cómo la televisión, la radio y la prensa escrita también van adaptándose a las nuevas tecnologías. En todo esto, los periodistas no son los dueños de los medios de producción, pero son perfectos chivos expiatorios para desviar la atención del poder. El poder real es el poder económico que captura el sistema de medios en alianzas con el poder político. Entre sus ocultas negociaciones definen la agenda sobre lo que consideran relevante, convirtiendo al periodista en meros comunicadores institucionales que intentan sortear en las salas de redacción un enfoque más pluralista y cercano a la verdad. Por eso la UNESCO defiende un periodismo libre de presiones para referirse al ideal social de una prensa libre capaz de ser la conciencia que auto observa los engranajes del poder en favor de una audiencia ciudadana dispuesta a aproximarse a la verdad.

Por eso, los regímenes antidemocráticos debilitan las instituciones estatales, concentran poder y manipulan la opinión pública con emociones y descalificaciones a la disidencia. Ahora, con el debilitamiento del Estado, el neoliberalismo ha unido el prestigio individual con el mercado y la ideología del consumo de redes sociales para que los influenciadores banalicen la política con opiniones subjetivas. Pero para lograr prestigio y credibilidad necesitan una vestidura de periodistas, un guiño con aplausos y algarabía como aquella que la Asamblea les ofreció en la plenaria del martes 18 de abril de 2023. De esta forma, sin pasar por las aulas de clases, fueron convertidos en “periodistas” del espectáculo de la información política.

Como ciudadanos en un país con libertad de expresión, los youtubers deben seguir haciendo su trabajo. Tienen una gran audiencia que les sigue, y trabajan para su público. El periodismo no funciona con esa lógica. Su audiencia es general y es libre de discrepar racionalmente con las evidencias de sus trabajos de investigación. Algunos creerán, otros no. Serán queridos y a veces odiados. Y estoy seguro, en comparación, que los influenciadores en plataformas audiovisuales merecen todo el cariño que buscan cosechar.

El periodismo tiene sus técnicas para descubrir la verdad oculta entre las diversas versiones de la realidad que muchas veces explota ante la evidencia de los hechos. Eso se enseña en las universidades, por eso se profesionalizan, pero su intelectualidad tampoco es un acto exclusivo de ellos. Los ciudadanos son capaces de poder hacer un periodismo cívico desde sus trincheras, para ellos la UNESCO y la CIDH han publicado sendos tratados que enfatizan que un ecosistema de medios sano coexiste ente los medios privados con fines de lucro, los medios públicos y los medios ciudadanos sin fines de lucro. En cada uno de estos escenarios se institucionaliza el ejercicio periodístico para contribuir a la pluralidad de medios y con ello a la democracia.

Tratándose de democracia y transparencia, es un deber de todos los medios de comunicación publicar su lista de accionistas, relaciones de propiedad cruzada con otras empresas, sus contribuyentes nacionales o internacionales, sus fondos vía pauta gubernamental, mapa de concentración de medios y relaciones con otros mercados con el fin de que las audiencias tengan un criterio amplio de los intereses que podrían estar en juego. Los diputados bien harían con legislar a favor de la democratización de la comunicación y la transparencia. Sería un legado de servidor público en beneficio de la sociedad.

Así como todo medicamento lleva sus indicaciones de compuestos, advertencias de consumo, así deberíamos disponer de esa información de los medios de comunicación y los creadores de contenido para nuestra propia salud mental ante tanta infoxicación que perjudica, cada vez más, el desplazamiento de la democracia hacia la infocracia que intenta ganar adeptos a base de posverdad

Por eso, se darán cuenta que con youtubers o no, el problema de la calidad de información no se resolverá.

Nota. Les recuerdo el tuit que publique el martes 18 de abril:

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