miércoles , marzo 22 2023

Silvia, “la mujer de la sonrisa”: religiosa y mártir por la justicia en El Salvador

Por Carlos Portillo, con información de Mártires de El Salvador


Miles son las historias de dolor que dejó la guerra en El Salvador. Aunque ya pasaron 31 años desde que se pactó la paz por medio de unos acuerdos, los recuerdos de grandes mujeres y hombres siguen presentes en aquellos que marcaron para toda la vida con su humanismo y acción por los más pobres.

Por otro lado, el Estado salvadoreño arrastra una deuda de verdad, justicia y reparación con las víctimas civiles que provocaron uno y otro bando de esa guerra fratricida.

La página Mártires de El Salvador publicó en 2016 la historia de la religiosa Silvia Maribel Arriola, y en VOCES también queremos contar su historia.

Nacida en Santa Ana, el 20 de marzo de 1951, ingresó a la congregación de las Hermanas Guadalupanas a los 15 años, en la que permaneció durante 8 años, tiempo en el que también logró graduarse de enfermera en México.

De regreso en El Salvador, conoció el trabajo de las Comunidades Eclesiales de Base en uno de los tugurios más estigmatizados de la capital: la Tutunichapa. Silvia conoció allí a un grupo de mujeres de organizadas en las Comunidades Eclesiales de Base y pidió quedarse en la reunión, lo que marcó el inicio de una alta sensibilidad por las personas más pobres y sufridas.

Siendo religiosa Guadalupana, continuó visitando la comunidad y en poco tiempo asimiló su mística, de manera que se sumó a vivir el espíritu comunitario.

Un día Silvia recibió una carta de su madre superiora en la que le exigía decidir entre las comunidades y la congregación.

La enfermera decidió salir de la vida religiosa y el 25 de agosto de 1975 celebraron su incorporación a la vida comunitaria, a la cual dedicó cinco años y medio.

Con la asunción a arzobispo de monseñor Óscar Arnulfo Romero, en 1976, Silvia se convirtió en una de sus secretarias. Trabajaba medio tiempo encargándose de la correspondencia del religioso, hoy santo de la Iglesia católica.

En el resto del día, Silvia animaba hasta altas horas de la noche a las Comunidades Eclesiales de Base en San Roque (Plan del Pito) y Cuscatancingo, en San Salvador.

Mártires El Salvador describe que Silvia tuvo una especial atención para los jóvenes y el acompañamiento al movimiento político que se gestaba.

“Con su forma de ser selló a cada persona, respetando su individualidad y potenciando sus capacidades», afirmó Carmen Elena, una religiosa de la pequeña comunidad, que luego se incorporó al trabajó comunitario en Torola, Morazán, junto al sacerdote Rogelio Poncel.

“Durante esa época de persecución, muchos de esos jóvenes se comprometieron con su vida por los cambios sociales. Ahora son parte de la lista de mártires”, señala esta cuenta de redes sociales sobre memoria histórica de El Salvador.

En su reseña describen a Silvia como “la mujer de la sonrisa”. Ella, afirman, se hizo religiosa para servir a las mayorías pobres y necesitadas de su país. Era menuda, frágil de apariencia, pero con fortaleza y convicción como para aportar soluciones arriesgadas en situaciones límite. Como ejemplo, decidió sumarse como enfermera en el Ejército de Liberación Farabundo Martí, en el Frente Occidental Feliciano Ama.

El 17 de enero de 1981, a sus 30 años fue asesinada por la Fuerza Armada de El Salvador junto a otros compañeros, enfermeras y médicos del campamento.

“Silvia, amiga de todos, animadora de comunidades, enfermera en un campamento guerrillero, cumple hasta el fin su promesa de fidelidad al pueblo, dando testimonio de la Buena Noticia a los pobres. Murió con el pueblo y resucitará con él”, reseña Mártires de El Salvador.

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