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Batman: El Palabrero de las Sombras

El siguiente texto es una reflexión de Rosa Anaya, hija de dos referentes históricos en la defensa de los derechos humanos y la justicia en El Salvador: Herbert Anaya Sanabria, expresidente de la Comisión de Derechos Humanos No Gubernamental (CDHES), y Mirna Perla, exjueza de paz y exmagistrada de la Corte Suprema de Justicia.

Desde ese linaje de compromiso, Rosa abraza y renueva el legado de sus padres, reflexionando con pasión y profundidad sobre el contexto nacional y los desafíos que marcan la realidad del país.

A continuación, su opinión/reflexión:

¿Qué pasa cuando el miedo se convierte en política? ¿Qué sucede cuando el héroe decide que, para salvar la ciudad, debe vigilarlo todo, controlarlo todo, castigarlo todo? Así nace el Batman con pensamiento de palabrero que crece de las sombras.

Batman, el justiciero que un día enfrentó el crimen con crimen, lo que un día combatió ahora lo usa como su arma más poderosa. Ha desarrollado una nueva forma de “ver, oír y callar”, disfrazada de ley. Su arma secreta: la “renta” del 30%.

En otra época, elogiado por su dureza. El que eliminaba delincuentes a costa del debido proceso. Debilitaba la institucionalidad, borraba fronteras entre culpable e inocente. Empezó a dictar: “culpable porque yo lo decreto”. Así surgen las sombras del pensamiento, cuando el poder corre unilateralmente en un todo-poderoso sin remordimiento.

Su desconfianza radical, esa que lo empujaba a prever hasta la traición de sus aliados, ni su Robin se salvó de ser fulminado y esto empezó a transformarlo. Sentía que perdía el control, y que el poder se le escapaba de 3% en 3% entre manifestaciones, organizaciones incómodas, y una comunidad externa que sin el velo del embeleso del protector tenía capacidad de conciencia crítica. Y la sombra creció… hasta criminalizar la solidaridad y la libre expresión.

Desde la Torre del Registro, Batman aprendió de Mordor. Implantó la ley del control que dicta todo poder, todo hacer, todo pensar, sin protesta ni debate. Solo obediencia total. Todo debía ser visto, contado, registrado, autorizado. Una a una, las organizaciones eran obligadas a declararse ‘obedientes’ para poder existir. Nadie quedaba fuera del radar. Hasta la ayuda social debía probar su inocencia ante su máquina de vigilancia fiscal del 30%. Era un arma innecesaria si ya todo estaba regulado, pero lo traicionó la gula del poder.

La ciudad, al principio, le creyó. Las pantallas hablaban de orden, transparencia, soberanía. Pero la píldora virtual cayó en un 55% de efectividad. Y quienes se desconectaron de la Matrix empezaron a notar que los proyectos comunitarios cerraban, las escuelas se vaciaban, las tierras si no se derrumbaban, se confiscaban, el extranjero de playa era bienvenido mientras se borraba al pobre incómodo, ese que daña el paisaje, y la salud se pagaba con bolsas de oro, a costa del patrimonio de generaciones futuras.

El héroe se había vuelto sordo y vociferante. Cuando los disidentes alzaron la voz, el justiciero usó su poder más oscuro: redefinir el ‘orden público’, ‘la opinión pública’, ‘la actividad política’.

En su lógica de justiciero, toda voz crítica era sospechosa. ‘Si hay cooperación, hay influencia. Si hay pensamiento crítico, hay riesgo’. Así que nadie podía actuar sin registro. Nadie podía opinar sin pagar. El pensamiento libre se tasaba al 30%.

Como Batman, justificaba su cruzada con la idea de que ‘el mal se esconde en lo invisible’. Pero esta vez, el mal era cualquiera que no compartiera su visión. Bajo su vigilancia, la ciudad no dormía, pero tampoco soñaba.

El problema de un Batman-palabrero es que confunde control con justicia. Donde antes se usaba la ley para proteger derechos, ahora se usa para etiquetar, castigar y disuadir.

Porque la mentalidad de un palabrero disfrazado de héroe no cree en la diversidad de pensamiento. Solo eres protegido mientras adules su discurso. Y el libre pensamiento en Ciudad Gótica se paga con cárcel… o con el 30%.

El miedo puede servir para someter por un tiempo, pero nunca para construir justicia. El problema de usar el miedo como recurso de control es que, tarde o temprano, se disipa. Especialmente cuando el pensamiento se organiza pasado el shock. En el espejo empiezan a verse las siluetas de valentía, se llaman Ruth, Alejandro, Kilmar, José Ángel, Zavala, Periodistas, destellos de resistencia a la obediencia ciega sumando muchos etcéteras. Y en ese momento, el palabrero ya no es héroe. Es apenas un eco de una justicia manchada de sombras.

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