Centenares de migrantes haitianos se internaron en una espesa selva de Colombia rumbo a frontera con Panamá, para emprender su viaje hacia EE.UU.
Ya comenzó la fase más dura para estos emigrantes haitianos en el norte de Colombia. Unos 500 refugiados, entre ellos, decenas de niños y mujeres, emprendieron su viaje caminando por la selva del Tapón del Darién, que conecta a Colombia con Panamá, su siguiente paso hacia su destino final, EE.UU.
Según la UNICEF, esta jungla de 575 mil hectáreas, es una de las rutas más peligrosas del mundo. Esta caravana tendrá que sortear las inclemencias del clima, las serpientes que abundan en el lugar y los abismos, además de la amenaza del Clan del Golfo, la principal banda narcotraficante de Colombia, que ejerce autoridad en la zona.
Se trata de un recorrido de unos dos días para llegar a suelo panameño y otros dos hasta salir de la jungla, en la aldea de Bajo Chiquito. Los coyotes los acompañan hasta la frontera a cambios de unos 300 dólares ante la ausencia de autoridades. Además deberán pagar otro tanto al llegar a Panamá.
Decenas de miles de migrantes, haitianos especialmente, han llegado en los últimos meses a la frontera de México con Estados Unidos. Buena parte de ellos hicieron el tránsito por Colombia. A este país llegaron principalmente desde Brasil y Chile, adónde habían emigrado tras el terremoto de 2010 en Haití. Costean el viaje con los ahorros de años de trabajo en esos países. A pesar de que las noticias de que EE.UU. está maltratando y deportando a miles de sus compatriotas ha llegado a sus oídos, los migrantes se mantienen firmes en su deseo de cumplir el «sueño americano».