jueves , diciembre 12 2024
Foto por Alejandra Alvarado. Imagen de archivo con fines ilustrativos.

Mi historia como integrante de una JRV y periodista trans

Por Alessia Genoves, colaboradora de VOCES

El domingo 4 de febrero me citó el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para que formara parte de las seis personas que conformarían la Junta Receptora de Votos (JRV) 13-55, colocada en el Instituto Nacional de Comercio (INCO) en San Jacinto, San Salvador. Yo, una periodista y mujer transexual, asumí el cargo de secretaria y aquí es donde inicia mi relato.

La jornada inició con ánimo y tranquilidad, los votantes se comportaron con cortesía, y el trabajo en equipo -tan vital- nos estimulaba a terminar el proceso con el mejor resultado. Sin embargo, al momento de ir concluyendo la jornada e iniciar el proceso de conteo de votos, nuestras expectativas decaían en la medida en que nos disponíamos a hacer la digitalización del registro electoral, en la plataforma oficial del TSE.

El primer golpe de realidad lo vivimos al confirmarse la noticia de las dificultades en el registro de votos, problema que no solo tenía nuestro centro de votación, sino también, muchos otros en todo el país. A las quejas asistió el TSE, solicitando informes manuscritos y sellados por las JRV, en ausencia de un sistema cibernético eficaz.

Seguridad insospechada

Los voluntarios nos presentamos al INCO de San Jacinto desde las 4:00 AM, en compañía de los primeros efectivos de la Policía Nacional Civil (PNC), elementos de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y estudiantes de la Academia Nacional de Seguridad Policial (ANSP). Sin embargo, su volumen fue escaso, y observé que ni un fiscal electoral, ni la “autoridad” designada al centro de votación pudo detener las conductas anómalas tales como la promoción de consignas partidarias, publicidad disuasiva y música con contenido de violencia política expuesta por correligionarios del FMLN desde las afueras del lugar, apenas dos días después de que el TSE decretara el silencio electoral.

Mi entusiasmo por ingresar al centro de votación lo compartía con Santiago Lemus (nombre ficticio), un amigo que repasaba los manuales de capacitación del TSE. Con 15° Celsius de temperatura en el ambiente, solo podíamos agitarnos. Por otro lado, yo me sentía menos preocupada con el procedimiento que debía seguir en todo el día de votación, pues había recibido tres capacitaciones distintas por parte de instituciones privadas y públicas, entre ellas el TSE.

Debo confesar, por otra parte, que tenía una preocupación latente por dos cosas: por mi expresión de género, que pudiera alterar la convivencia en el proceso al que nos sometía el TSE (ya todos sabemos que El Salvador no es un país tan seguro para las personas transgénero); y el hecho de ser acreditada por el mismo TSE como periodista a través de las gestiones de VOCES Diario digital para ser corresponsal del medio. Ninguna norma electoral advertía sanciones por las condiciones que me identificaban; es más, ya había periodistas acreditados por el TSE con responsabilidades en las JRV antes que yo. Y el voto a mujeres trans estaba garantizado hasta en los manuales de capacitación entregados por la máximo autoridad electoral.

Escribo con gusto y satisfacción que la JRV 13-55 me recibió con seriedad y cortesía para asumir el cargo de secretaría. Mis firmas y sellos fueron impresos en 423 papeletas de votación, de las cuales tres fueron aisladas y reportadas por presentar daños que las hacían inutilizables. Entregué dos papeletas a dos mujeres trans que eran residentes del lugar, quienes agradecieron ser atendidas por nosotros.

Desde luego, que el voto es secreto y confidencial, y se reservaron para declararnos si compartirían ese voto a las fuerzas partidarias minoritarias -como el FMLN, GANA y Nuestro Tiempo- que a principios de este año se suscribieron a las propuestas de organizaciones feministas y LGBTIQ+ para comprometer su servicio a las demandas por una Ley de Identidad de Género y la reforma efectiva a la Ley del Nombre y Persona Natural (LNPN) a favor de las personas trans del país, mismas por las que ni el presidente Nayib Bukele, ni Nuevas Ideas, partido mayoritario en la Asamblea Legislativa, manifestaron su apoyo públicamente.

Pese a todo ello, el ambiente general se pintaba con caras de entusiasmo. En cualquiera de los casos, la población proyectaba en su rostro una confesión de seguridad en su tarea cívica y las garantías de que su voto contribuiría a los resultados de sus preferencias. Las preocupaciones, para entonces, serían mínimas: La gente, en general, recibía alimentos de los delegados municipales, así como a los sorteados y voluntarios que representaron las JRV -aunque yo no quise recibirlos-. Además, la solidaridad en el trabajo en equipo era palpable al turnarse los momentos de descanso, contribuyendo en esos espacios a las tareas de los demás, al menos en la JRV 13-55.

“¿Me cuida un momentito, mientras voy a almorzar? Ya tengo hambre”, le dijo el segundo vocal al tercero de nuestra JRV, propuesta a la que este accedió, aprovechando a tomar asiento para ver un partido en el que el Atlético de Madrid empató con el Real Madrid 1 a 1. “¡Hola! Me gustaría ir al baño. ¿Podría alguien relevarme mientras voy?”, pregunté a la presidenta, a lo que ella asintió. “Sí. Y, ¿no ha comido? Aproveche después a comer”. Desde luego que antes de salir, debí dejar las papeletas firmadas y selladas que la presidenta compartiría.

Por su parte, la opinión de algunos de los vigilantes partidarios apenas trazaba leves contrastes. Por ejemplo, una vigilante del FMLN expresó que nuestra JRV era una de las más tranquilas; mientras que una vocera de otra JRV se expresaba disconforme al sostener que la actitud distraída de uno de sus miembros era un lastre para el progreso del trabajo grupal.

La digitalización, una decepción

420 papeletas de votación se dedicaban al voto legislativo, y otras 420 se dedicaron al voto presidencial. Al cierre de las urnas, y tras la atención de los votantes sobrantes a la 13-55, nos dispusimos a registrar el escrutinio de los votos presidenciales; para después seguir con el conteo de los votos legislativos. El problema resultó al momento de solicitar la apertura de la plataforma del TSE para digitalizar los votos, ya que los técnicos, alrededor de las 11 de la noche nos solicitaron registrar y hacer el escrutinio del voto de manera manual.

Esa condición fue discutida entre los miembros, hasta convenir que era única forma de registrar los votos con seguridad, ante una posible falla en el sistema que nos advertían los técnicos. Hasta la transcripción de los resultados presidenciales y la impresión del acta, nos mostramos satisfechos; pero nuestras impresiones cambiaron, cuando los técnicos nos explicaron que debíamos transcribir los resultados de cada papeleta, una por una; pues ya las habíamos contado de una en una con nuestros teléfonos, a través de una hoja de cálculo compartida y en la que trabajábamos simultáneamente.

“Este proceso es redundante, y el sistema está desfasado. Con eso no vamos a terminar nunca”, dijo uno de los voceros repetidamente, mientras discutía con uno de los técnicos. Los señalamientos eran compartidos por la mayoría de los de nuestra JRV, con lo que yo añadí comentarle a la fiscal designada: “Las indicaciones que nos hacen los técnicos son absolutamente distintas a las que nos enseñaron en las capacitaciones. Nos están llevando a la improvisación y no nos eximan de cometer errores de cálculo con el conteo manuscrito, cosa que no pasaría si lo hiciéramos con el sistema electrónico de una vez. No se cumplen los estándares establecidos, y nos están afectando en cumplir con nuestras obligaciones. Y eso es arbitrario”.

Transcurrieron 4 horas, desde las 5:00 p.m., para que los votos fueran registrados en nuestro sistema de cálculo; y apenas una hora para exigir a los técnicos informáticos y a los auxiliares del TSE explicaciones sobre la situación confusa, que era distinta a la que conocimos en las capacitaciones. Una respuesta nos la anticipaba la fiscal electoral, quien nos ofreció una clave de acceso extraordinaria al sistema; pero luego de que fuera rechazada por los técnicos, dio la opción de hacer un acta para rendir los resultados en manuscrito, que fuera acreditada por la JRV y por la FGR.

Poco después, uno de los designados de la JRV-154 se acercó a nosotros, para decirnos: “¡Se cagaron en nosotros! El TSE se cagó en nosotros”, con ironía y resignación. “¿Y hoy qué pasó, vos? ¿Por lo del sistema?”, le preguntó nuestro segundo vocal. “Y vos ya viste el desvergue que hay allá afuera, qué hicieron los del FMLN”, dijo. “Yo, cuando fui al baño, escuché a un montón de señoras disconformes”, les dije. “Hay un vergo de policías que están allá afuera, porque los del FMLN se están quejando de que hubo fraude, y que el sistema no nos deja trabajar. Y, entonces están diciendo que esa copia que les pidió hacer la fiscal no la quieren, porque no es la que les pidieron. Y que los que se vayan a ir, se irán con su responsabilidad, abandonando lo que estaban haciendo. Nosotros por eso vamos a transcribir las respuestas, en el sistema cerote que no sirve”, dijo el delegado vecino, antes de que se decidieran finalmente a presentar el acta y el conteo en manuscrito.

La solución llegaría por parte del TSE, luego de que sus representantes nos comunicaron de forma verbal que todo el sistema digital electoral había fallado. Nos pidieron rendir los resultados en un acta estandarizada por la misma institución, con los campos requeridos para hacer el vaciado informático. Ese documento se divulgó en los centros de votación a iniciativa de los magistrados del TSE. El titular de la FGR, Rodolfo Delgado, denunció públicamente las fallas por las que responsabilizaba a INDRA Corporation, la misma que participó en las elecciones legislativas de 2018, cuando el sistema de registro también colapsó, y dejó irregularidades de hasta $4.2 millones durante la administración del entonces magistrado y presidente del TSE, Julio Olivo, según informes de la Corte de Cuentas de la República.

El sistema electrónico tendía a caer de forma constante, por lo que la mayoría de las JRV desistieron de continuar con el vaciado en el mismo, incluidas las 13-54 y 13-55. Pero la 13-57, en la que estaba mi amigo Santiago, insistió en transcribir los resultados, pese a que el sistema se cayó varias veces, con períodos de intermitencia de hasta una hora de desconexión. Su grupo no se rindió. Cuando yo marqué a Santiago para irnos, este me respondió con enojo, porque le hablé en el momento en que se encontraban transcribiendo. “¡Hey, mirá. ¿Y es cierto que dormiste en el suelo?, ¡Jajajaja!”, le dije yo. La pregunta capciosa me la respondió cuando él salió de su JRV, luego de que sus resultados ya estaban transcritos en el sistema: “¡Sí, como un pordiosero!, me dijo”.

En las horas posteriores nos dirigimos hacia el punto de entrada de las instalaciones del recinto escolar. El reloj marcaba ya las 6:34 a.m. cuando la entrega de la documentación requerida desde la JRV-157 ya había sido admitida por las autoridades del TSE. Desde luego que la diferencia de tiempos en ambas entregas distaba en mucho, la una de la otra, que ya la documentación y actas de la 155 fueron entregadas a las 2:34 AM. Por lo tanto, la salida de cada voluntario se dio en el transcurso de la mañana del lunes 5 de febrero.

La jornada no fue algo a lo que yo definiría como “agotadora”, sobretodo, porque la carga había sido amortiguada por el trabajo en equipo, y nuestras motivaciones individuales por concluirlo de la mejor forma. No obstante, preferíamos regresar y dormir a nuestras casas cuanto antes, porque la jornada alteró nuestro ciclo natural de sueño. -¡Al fin, terminó…! Ojalá que ya para las elecciones a alcaldes y PARLACEN, nos podamos ir a la casita ya temprano”-, dijo la presidenta de la JRV133-55. “¡Eso depende ya más del sistema, que de uno!”, le recordó nuestro primer vocal.

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