El Salvador vivió el proceso electoral para escoger presidente y diputados para la Asamblea Legislativa, el 4 de febrero del 2024, para estos comicios el Tribunal Supremo Electoral (TSE) escogió al azar a población no perteneciente a ningún partido político para formar parte de las Juntas Receptoras de Votos (JRV) y así garantizar la transparencia en las votaciones.
Este es un relato de una de esas personas que integraron una JRV en un centro de votación de La Libertad Sur. Cumplió con su deber cívico al estar todo el día recibiendo a la gente para que pudieran ejercer su derecho al sufragio y escoger funcionarios que consideraban más les representan. Lo que no sabía, y lo que no sabía ninguna de las personas que integraron estas JRV, es que el TSE no garantizaría las condiciones humanas mínimas para sobrellevar la jornada y que el sistema de transmisión de votos fracasaría completamente a nivel nacional, tornando un día cansado, pero satisfactorio, en una pesadilla de la que literalmente no podía salir por voluntad propia. A petición de esta persona, su nombre no se encuentra en ninguna parte del relato. Aquí su historia.
La llegada al centro de votación y el desarrollo de la jornada electoral
Llegué al centro de votación a las 5:06 a.m. No habían abierto. Estábamos afuera. Nadie sabía a qué hora iban a abrir. Nadie sabía qué había que presentar. Yo llevaba mi citatorio. Ni ellos (del TSE) sabían que pedir. Desde el principio se notó que estaban improvisando. Revisaron mochilas de algunos, de otros no, así como para cumplir. No había luces, solo la de un aula, entonces nos estaban revisando a oscuras con lámparas.
El TSE fue muy extraño, porque no organizaron nada. Nos dijeron: “Nosotros no vamos a organizar nada. Ustedes vean de ponerse en grupos. Pónganse en los grupos según JRV. Ustedes organícense”. En ese momento, no estaba el presidente de la JRV donde yo iba a estar, ni la secretaria. Estábamos improvisando con lo que había. Terminé siendo presidenta yo. Fui a recibir los paquetes. Estaban completos, pero se tardaron una barbaridad en entregarlos.
Durante el día las cosas fueron super tranquilas. Donde yo estaba la votación fue muy lenta. Solo se sintió más movimiento entre las 11:00a.m. y la 1:30p.m., que fue donde vimos más afluencia de gente. A las 9:00a.m. solo habían votado alrededor de 60 personas. En la tarde estuvo muy tranquilo también.
A mí no me dejaron desayunar, porque estaba manipulando papeletas. No podía comer ni beber cerca. Uno de los suplentes me cubría mientras yo salía a comer algo. Los que andaban dando comida no eran del TSE, eran de los partidos políticos. De mi mesa, tres de seis eran de Nuevas Ideas, entonces a ellos les llevaron comida y nos dieron de paso a todos los demás.
Se notaba que las personas no sabían cómo votar. No sabían qué hacer con las papeletas. En las capacitaciones nos dijeron que incitáramos a votar por bandera para hacer el recuento más rápido y evitar que la gente anulara sin querer el voto
Era pesado, sí. Las condiciones eran inadecuadas por las sillas duras, escritorios pequeños, pero la actividad no era mala. Hasta entretenido fue, pero nosotros no veíamos la hora para que cerraran las elecciones, porque no aguantábamos el cuerpo. Estar en la misma posición por 12 horas fue fatal.
El cierre fue normal. Todo tranquilo. Pero, a partir del cierre del centro de votación es que comienza la historia de terror. Fue poniéndose el sol y todo cambió 180 grados. Nada que ver el día con la noche.
Se tardaron más o menos una hora en entregar las cajas con las computadoras. De la mesa completa (conformada por seis personas) solo éramos dos personas que sabíamos utilizar computadoras y dónde conectar cables, entonces entre nosotros conectamos todo.
Desde el primer momento vimos que las cosas empezaron a salir mal: las luces del aula tenían falso, de los cinco tomacorrientes, funcionaba solo uno, los cables no alcanzaban y teníamos que ponernos en una esquina donde estaba el tomacorriente, el proyector no servía; los aparatos electrónicos no funcionaban como debían.
Los técnicos del TSE eran de poca a nada de ayuda. Se perdían. Muchas veces ni ellos sabían qué hacer.
Ingreso de datos al sistema del TSE
Primero, todos los integrantes de la JRV debíamos meter el DUI (Documento Único de Identidad). Había que escanear los DUIs y el escáner no funcionaba. Supuestamente nos iban a dar una contraseña, pero no nos la dieron. Cada vez que la computadora que nos dieron se reiniciaba, teníamos que volver a buscar a una técnica para que pudiera volver a meter la contraseña de la mesa para iniciar el sistema.
No había donde subir los DUIs. En el librito (manual del TSE) decía que había que subir los DUIs escaneados, pero no decía dónde. Supuestamente, había que subirlos a la plataforma, pero no decía dónde. En los simulacros tampoco funcionó y solo nos dijeron: “No importa. Así que quede”.
Todo nos cuadró con la elección de presidentes. Ya eran como las 7:30 p.m. de la noche, casi las 8:00 p.m. Tres horas para conectar todo, contar papeletas y meter presidentes. Lo único es que cada vez que yo guardaba algún dato, decía “alerta, esto ya se había guardado”. Resultaba que en vez de decir “esto se guardó con éxito”, decía “alerta”.
El sistema funcionaba así (para diputados): metías un voto en el sistema, le dabas guardar y tardaba dos minutos en guardar. Metías el siguiente voto, se tardaba dos minutos en guardar y la pagina se caía. Tardaba de 10 a 15 minutos en recuperar la página. Metías otro voto y se volvía a caer, y así sucesivamente. Quizás en dos o tres horas habíamos metido unos 50 votos.
Era super poquito para los 300, 400 votos de la gente que había votado en la JRV. Se caía a cada rato. La frustración que sentíamos en que no podíamos avanzar porque el sistema no cooperaba era terrible.
Ahí, nos empezamos a dar cuenta que algo andaba mal. Fue muy extraño, porque íbamos como por el voto 50 y se empezaron a duplicar los votos. Era muy extraño. Pedíamos ayuda y nos decían que nosotros habíamos hecho las cosas mal y que teníamos que comenzar de cero. Nos echaban la culpa como que nosotros no estábamos haciendo bien las cosas, cuando era la plataforma la que no servía.
Hasta después entendieron que no era tema nuestro, porque a todas las mesas les estaba pasando exactamente lo mismo, entonces se calmaron, porque sí se pusieron muy turbios, insinuando que nosotros estábamos haciendo fraude. No lo decían directamente.
Privados de libertad
Estábamos cansados todos. Éramos tres que estábamos más metidos. Los vigilantes ya eran señores de edad. A los pobres se les notaba el cansancio. Uno de ellos unió cuatro sillas y se durmió. Uno dormido en los cartones. Una que salía a cada rato porque tenía un familiar enfermo y no la dejaban irse. Todo el mundo estaba muy frustrado.
Fue feo que todos los que estaban del TSE se iban y no encontrábamos a nadie. Aparecían solo para decir las malas noticias o para decir que no sabían nada. “No sé” fue la respuesta olímpica de ellos. Los que estaban del tribunal no nos daban seguridad.
Cuando yo salía del aula donde estaba mi JRV vi que había señores afuera quejándose de dolores, que les ardía el pecho porque solo habían tomado café todo el día, gente con dolor de espalda, y me di cuenta de que no había medicamentos, no había médicos, no había un protocolo de seguridad en caso de que alguien se enfermara.
La experiencia general fue de miedo, por eso de que nos estaban echando la culpa, de que la gente se estaba sintiendo mal, nos sentíamos secuestrados porque no teníamos nuestro DUI a la mano (nota: los retenían los presidentes de las JRV y tenían prohibido entregarlos a los integrantes, excepto para escanearlos en el proceso de subida de actas) y los portones los estaba custodiando la policía.
La experiencia después de las 5:00 p.m. fue lo suficientemente terrorífica que la gente salía a llorar, a quejarse, a suplicar que los dejaran irse a sus casas con sus hijos y adultos mayores. No había empatía alguna.
A nosotros nos dijeron que no había sistema y que estaba caído a nivel nacional a las 11 de la noche, y hasta hasta la una, dos de la mañana nos dijeron que se podía hacer el recuento a papel y lápiz. Toda la experiencia la podría describir como improvisada. No había plan B.
Honestamente, con las elecciones del tres de marzo espero no ir. No soy la única y he escuchado esto mismo de personas que también les tocó ir. No queremos ir. Preferimos la multa. Toda la angustia y todo el miedo no vale lo que podamos tener de recompensa al nivel que estamos dispuestos a pagar por no ir.
Esperaría (para las elecciones del 3 de marzo) más preparación con alimentos y bebidas, porque no puede ser que no haya ni agua. Mejores condiciones, porque estuve viendo que había gente en centros de votación ubicados en parques que no tenía ni adónde ir al baño. Mucha gente va a quedar asustada de estas elecciones y no va a querer ir (a las del 3 de marzo), como es mi caso, pero muy probablemente voy a tener que ir. Tengo que cumplir. Me da miedo volver a pasar por lo mismo y vivir la zozobra que sentí, pero me da más miedo que el tribunal vaya a tomar represalias contra mí. No es justo porque no elegimos estar ahí. Fuimos obligados, pero si vas a obligar a alguien deberías darle las condiciones mínimas humanas: un baño, agua y comida. Es lo mínimo que se nos puede ofrecer para las personas que estuvimos ahí sirviendo.