Más allá si usted está de acuerdo o no con el aborto hay una realidad en El Salvador que no se puede obviar: mujeres en condición de exclusión, que han sufrido una emergencia obstétrica, son estigmatizadas, humilladas y criminalizadas en los hospitales y el sistema de justicia, que las ha llegado a condenar inhumanamente a penas de cárcel de hasta 50 años.
Por Carlos Portillo
El aborto en El Salvador es dinamita pura. No solo es un tema polémico, es algo con lo que ningún político se quiere ensuciar las manos; un reflejo de la cultura conservadora, patriarcal, fanáticamente religiosa, que le gusta voltear el rostro negando los derechos humanos y es muda ante las injusticias.
Quien escribe no está a favor del aborto per se, pero sí a favor de que el Estado salvadoreño aborde con seriedad un problema que, si no fuera por los grupos pro derechos de las mujeres, sería tan invisible, como invisible fue el sufrimiento -durante una década- de Teodora Vásquez en la penitenciaría para mujeres de Ilopango.
La directora de cine, Celina Escher, nos ofrece una película documental de altísima valía, con una técnica precisa, una narrativa visual y de contenido que te mantiene expectante, que te emociona hasta las lágrimas, que te pone incómodo, que te hace sentir desde el silencio personal hasta cómplice de la desgracia de estas mujeres.
Fly So Far (Nuestra Libertad en español) cuenta la desgarradora tragedia de las mujeres salvadoreñas que han sido enviadas del hospital a la cárcel tras sufrir emergencias obstétricas, como abortos espontáneos, teniendo como punto central la historia de Teodora Vásquez, condenada a 30 años de prisión por homicidio agravado, y a quien -tras intentos legales que fracasaron en el sistema de justicia- se le conmutó la pena y pudo regresar con su hijo mayor, a quien este sistema deshumanizado privó de su madre por una larga década.
Sin spoilers, la película pone de manifiesto la sororidad de las mujeres que luchan por que El Salvador cambie la prohibición absoluta del aborto y legisle a partir de las conocidas cuatro causales, lo que evitaría que más mujeres sigan siendo criminalizadas y hundidas sus vidas en la cárcel injustamente.
También expone la dureza con la que grupos antiderechos y personajes políticos, como el exdiputado de ARENA, Ricardo Velásquez Parker, han venido proyectando el tema en la agenda pública.
De hecho, estos grupos antiderechos, ligadas a los estratos más conservadores de la sociedad salvadoreña, amenazaron al cine que exhibiría Nuestra Libertad con demandas por promover el aborto, lo que boicoteó el estreno de la cinta y privó a los salvadoreños de conocer más sobre este problema social.
No obstante, se ha presentado dos veces en El Salvador, como parte del festival Ícaro, dejando, luego de la tristeza por los vejámenes sufridos por Teodora y otras mujeres, una estela de esperanza al ver la persona en la que esta mujer salvadoreña se ha convertido: una luchadora incansable contra la criminalización de más mujeres que sufren emergencias obstétricas.
Durante la proyección del filme, el pasado 14 de septiembre, Teodora pidió una única cosa: “que nuestra historia no se repita”.
Pero para ello se necesita sensibilización, educación y que la política salvadoreña tome conciencia de un problema que afecta gravemente a las mujeres salvadoreñas, en especial a las que sobreviven entre la galopante vulnerabilidad social, una deuda pendiente del Estado y los sucesivos gobiernos desde que se prohibió el aborto en todas sus formas en 1997.