El periodo del conflicto armado en El Salvador dejó como saldo la muerte de más de 75 mil personas, sumado a otras graves violaciones a derechos humanos que en el periodo se perpetraron. Las torturas y tratos crueles también figuraron como parte de este contexto salvadoreño.
Sobre esto conversaron en el marco de la Semana de la Memoria Histórica, Sol Yáñez, catedrática del Departamento de Psicología de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) y la directora de la Asociación Pro-Búsqueda, Ana Julia Escalante.
Las expertas definieron las torturas como un proceso en el que se infringe a una persona dolores y sufrimiento graves, ya sean físicos o mentales. Asimismo, calificaron a este como una de las más graves violaciones a derechos humanos, pues son “planificados” y son catalogados por parte de los victimarios como un “castigo ejemplarizante”.
“El objetivo de la tortura es quebrantar a la víctima. Buscan llegar a lo más profundo del terror”, indicó Ana Julia Escalante.
De acuerdo con Sol Yáñez, ninguna de las personas que enfrentan esta violación sale inmune de los impactos psicológicos que se generan posterior a vivir dichos hechos y las víctimas pueden presentar diferentes manifestaciones o mecanismos psicológicos. Por ello, aseguró, las víctimas requieren un acompañamiento psicológico, sumado a tener una capacidad de análisis histórico del contexto para entender el significado profundo, así como sólidas habilidades clínicas, metodológicas y psicométricas.
Sin embargo, en El Salvador estos procesos han sido parte de las deudas estatales desde que finalizó el conflicto armado y se firmaron los acuerdos de paz, aseveraron ambas expertas.
“Al no existir reparación, justicia y verdad, la impunidad es una forma de revictimizar a los sobrevivientes”, expresó Escalante, enfatizando que las víctimas necesitan una atención psicosocial integral.
Con edición de Diego Hernández