Erin buscaba a su madre salvadoreña que, por motivos de la guerra, fue convencida de darla en adopción. Para ello buscó el apoyo de la Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos, la única organización civil en América Latina que administra su propio banco de perfiles genéticos.
Su búsqueda rindió frutos el 9 de septiembre pasado cuando Antonia, su madre, apareció en la pantalla de su computador. Esta fue la primera comunicación entre ellas en 40 años, desde que las condiciones de pobreza durante la guerra provocaron la dolorosa decisión que las separó.
Ana Julia Escalante, psicóloga y coordinadora del área de acompañamiento psicosocial de Pro-Búsqueda, explicó a VOCES que durante la guerra salvadoreña “hubo todo un aparataje para que los niños fueran trasladados a países a nivel internacional y dados en adopción a personas en el extranjero”.
“La misma guerra generó condiciones para que hubiera un tráfico de niñas y niños”, y en muchos casos “adopciones irregulares”, expresó.
Sobre el caso de Erin y Antonia, explicó que fue la hija quien pidió a Pro-Busqueda ayuda para poder localizar a su madre, por lo que se analizaron pruebas testimoniales, documentales y finalmente se realizó el análisis de ADN, con lo que se logró comprobar el parentesco.
El contexto de la guerra obligó a Antonia a dar a su hija en adopción “orientada por algunas personas”, explicó Escalante, sin ahondar en detalles por la privacidad del caso.
“Es un proceso sanador, tanto para la madre como para la hija”, consideró la psicóloga de Pro-Búsqueda sobre el reencuentro después de cuatro décadas entre Erin y Antonia.