Entre los actos en memoria del jesuita, quien murió hoy hace 17 años, se realizó la peregrinación “Queremos vivir en paz», que congregó la noche del sábado 10 de diciembre a la comunidad de este cantón de Chalatenango, personas defensoras de derechos humanos y familiares de niñas y niños desaparecidos durante el conflicto armado.
Por Carlos Portillo
En la casa donde vivió Jon Cortina, en la periferia norte de Guarjila, se respira paz. Un paisaje que funde al cerro Eramón con otras montañas de Chalatenango era su favorito, comentó a VOCES Eduardo García, director ejecutivo de la Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos (Pro-Búsqueda).
Durante la guerra salvadoreña (1980-1992) fue este paraje chalateco uno de los lugares con constantes sobrevuelos de helicópteros del ejército salvadoreño en el afán de disputar el territorio a las fuerzas guerrilleras del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, hoy partido político).
Los operativos militares contra la población civil, en el marco de la estrategia contrainsurgente Tierra Arrasada, eran ejecutados por fuerzas élites y alta potencia de artillería. Los crímenes de lesa humanidad allí ocurridos, como masacres y desaparición forzada de niñas y niños, siguen impunes.

García dijo a VOCES que en ese hermoso paraje del cerro Eramón aterrizaban los helicópteros durante la guerra y, en muchos casos, eran llenados con niñas y niños arrancados de los brazos de sus padres en el marco de los operativos. Era población civil indefensa. Además, era un sitio emblemático que contemplaba por las tardes el sacerdote jesuita desde su casa, hoy convertida en un museo de memoria histórica.
Pro-Búsqueda tiene documentos que demuestran que durante la guerra existió un alto tráfico de menores de edad que eran vendidos y dados en adopción a familias en el extranjero. Los rasgos morfológicos que predominan en la población de Chalatenango, piel blanca y ojos claros, contribuyeron al tráfico de niñas y niños salvadoreños hacia países como Estados Unidos o España.
Guarjila es un cantón enclavado en el norte de El Salvador, un poblado típico con su escuela, su unidad de salud, casas de construcción mixta, un parque y una casa comunal. Pero su historia tiene grabada en el corazón al jesuita Jon Cortina (Bilbao, 8 de diciembre de 1934 – Ciudad de Guatemala, 12 de diciembre de 2005).

Cortina, ingeniero y miembro de la Compañía de Jesús era también un gran amigo de Jon Sobrino, ícono de la Teología de Liberación. Su obra en El Salvador está ligada a Guarjila, pero sobre todo la búsqueda de verdad y justicia por los miles de niñas y niños que el ejército desapareció durante la guerra.
La comunidad de Guarjila es una repoblación de familias que huyeron hasta Honduras, al campamento para refugiados en Mesa Grande. Víctimas de la represión militar, volvieron como se fueron: sin ninguna pertenencia material, pero con toda la convicción de repoblar su lugar de nacimiento.
El día que regresaron a su patria luego de que en 1992 se firmara la paz, Jon Cortina estaba allí, y en ese lugar se quedó el resto de su vida ayudando a la comunidad a salir adelante.
“Él les dio esa alegría a muchas madres, a quienes de sus brazos les quitaron a sus niños y los desaparecieron para que muchas madres tuvieran ese don, esa alegría, de poder abrazar a su niña y a su niño que él encontró por medio de la Asociación Pro-Búsqueda”, expresó Juana Morales, una activa habitante de la comunidad.
El sacerdote, junto a las madres y padres de la niñez desaparecida, fundó el 18 de agosto de 1994 a Pro-Búsqueda, una de las organizaciones ejemplo en América Latina. Está conformada por víctimas de la guerra y con los años avanzó tanto que es la única de su tipo en el continente que administra sus propios perfiles genéticos para dar con el paradero de personas desaparecidas.
Este trabajo ha permitido que 463 niñas y niños que sufrieron desaparición forzada en la guerra pudieran reencontrarse con sus familias biológicas.
En Guarjila es donde el padre Cortina empezó a recibir noticias de niñas y niños desparecidos. Hasta ese lugar llegaron los delegados de la Comisión de la Verdad de la ONU a tomar testimonios por estos crímenes, expresó García.
No se estamos solamente conmemorando su partida, sino también “es un momento de celebración de una comunidad que se ha desarrollado en la paz, que ha retornado, que ha viso desparecer sus hijos y que se ha puesto en la tarea de buscarlos”, dijo el director de Pro-Búsqueda.
La noche del pasado sábado, tras una jornada llena de memoria y recuerdos del jesuita, desde su casa hasta la plaza central de Guarjila se realizó la peregrinación.
La luz de los farolitos iluminaba el primer trayecto de la calle de tierra, fotografías, carteles y mantas adornaban aquel mar de personas que, colmadas de los recuerdos, también reflexionaron sobre la situación actual del país y revalidaron su compromiso de seguir buscando a quienes la guerra arrancó de sus brazos.
Buscar a niñas y niños desde el “amor y la reconciliación no puede estar más cerca de Dios”, eso es lo que hizo el padre Jon Cortina, expresó García al dimensionar el enorme legado del jesuita.