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El periodismo atraviesa una de las más profundas crisis de su historia, pero también es una oportunidad para repensarlo: Andrea Cristancho

Originaria de la tierra de Gabriel García Márquez, un gigante de las letras y el periodismo en español, la experta colombiana en comunicación política Andrea Cristancho Cuesta -en distendida plática con VOCES- proyecta los complejos retos del periodismo en las sociedades actuales como la de El Salvador, nación en la que la prensa se configura de una manera no tradicional frente al método de comunicación y forma de ejercer el poder del milenial Nayib Bukele.

En este análisis no pasa desapercibida la configuración de las élites mediáticas salvadoreñas, parte de los poderes económicos y políticos; y de allí su genuflexión u oposición al actual estado de cosas; así como la valentía de algunos medios digitales de hacer periodismo de calidad, de investigación y vehemente, aún en un contexto adverso.

Texto y fotografías: Carlos Portillo


En comunicación política se ha acuñado la frase: comunicar es gobernar, gobernar es comunicar. Y lo cierto es que los proyectos políticos en Latinoamérica, desde el campo de la persuasión y la mayoría de las veces en detrimento de la democracia, han aprendido a comunicar, a conectar en los significantes con los que la ciudadanía vibra, dejando de lado -cada vez más- la mediación de los medios de comunicación. El periodismo está en crisis.

Andrea Cristancho Cuesta es un referente en comunicación política. Ella cree en la necesidad de «una comunicación más humana, influyente y solidaria».

Desde esta utopía, plantea con el rigor de la academia que el ejercicio del periodismo afronta “una de las más fuertes crisis de su historia”, una preocupación porque es una profesión central “para la vida de la sociedad democrática”.

Esta crisis se expresa, para los nuevos talentos del periodismo, en una falta de mercado laboral y problemas de seguridad por ejercer la profesión, pero también a nivel de las empresas de comunicación en la disyuntiva del creciente bombardeo de desinformación, con otros actores no profesionales que en el ecosistema de la información logran conectar e impactar con sus contenidos: los hacen virales.

“La gente diría que con la aparición de nuevas posibilidades para que la ciudadanía acceda a los temas de interés público no se necesitaría tanto la mediación periodística, pero yo pienso todo lo contrario, que esta es la coyuntura en la que es más importante hacer buen periodismo, justamente en un momento en el que lo que se democratizó con las tecnologías de la información y la comunicación fue la desinformación”, afirma.

Añade que este contexto se necesita de medios de comunicación que informen realmente sobre lo que está pasando, pero que también se cuestionen sobre la calidad de sus informaciones, las cuales muchas veces no aportan contexto o son altamente genuflexas a las versiones de las fuentes gubernamentales.

América Latina “hoy más que nunca necesita hacer buen periodismo, se necesita a los periodistas, y se necesita que el periodismo regrese a su rol democrático, a su rol histórico, a sus raíces. Periodistas que investiguen”.

“Uno puede encontrar muchas noticias que desinforman”, lamenta Cristancho Cuesta.

En la prensa salvadoreña detecta, por el lado de las empresas de televisión, con la Telecorporación Salvadoreña (TCS) a la cabeza, una actitud complaciente con el quehacer del gobierno en turno; pero también una postura muy crítica en empresas como el Diario de Hoy, tradicionalmente ortodoxo en sus posturas conservadoras y un aliado natural de anteriores gobiernos de derecha.

“Uno nota una actitud crítica, vehemente, portadas interesantes, informes interesantes, en donde cuestionan fuertemente la gestión del gobierno, eso es interesante y valioso”, reflexiona.

Especial valor tiene para Cristancho Cuesta el sector de la prensa, especialmente digital, que ha mantenido una postura de fiscalización al poder de turno, aún a pesar del propio bienestar de los profesionales.

Gremiales como la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) han denunciado que hasta una decena de mujeres y hombres periodistas han salido del país en este contexto adverso para ejercer un periodismo independiente, por temor a represalias por sus publicaciones.

No obstante, “a nivel de audiencia no logran ser un contrapeso suficiente contra la televisión, que en cambio tiene una agenda bastante a favor del gobierno, y lo que hace el gobierno en las redes sociales”, afirma.

Este análisis también deriva en la historia de la prensa salvadoreña, especialmente la tradicional, que no solo ha sido una herramienta de los poderes económicos y políticos, sino que también es parte de ellos.

Pasa algo interesante en la historia de los medios de El Salvador: Si bien las élites mediáticas salvadoreñas son cohesionadas, también “estas relaciones de poder no son monolíticas”, pues cada uno de ellos tiene alianzas con otros poderes económicos y políticos, lo que deriva en “que sus agendas cambien en coherencia con esos intereses”.

“Dependiendo de la coyuntura, ellos (las élites mediáticas) se separan o se alejan, negocian o no negocian, cooperan o no cooperan. En medio de eso hay un margen de autonomía ante el poder económico y político. Las elites mediáticas salvadoreñas no son elites subordinadas a las poderes económicos y políticos, más bien forman parte de ese grupo de poder”, señala.

En este escenario, las nuevas generaciones de periodistas se enfrentan a un futuro “muy desafiante y preocupante”.

“Tendrán que enfrentarse a un escenario cambiante del campo periodístico como tal, que ha perdido identidad (…) a veces ni siquiera se sabe qué es un medio de comunicación y que no”.

Además, se enfrentan a la necesidad de manejar muevas narrativas y aprender herramientas de análisis que les permitan acuñar “un pensamiento crítico muy hondo”, dice Cristancho Cuesta.

“No sabemos hacia dónde va a girar el contexto político, si se van a seguir profundizando estos signos de concentración del poder político de todos los poderes del Estado, que afecta a los medios y afecta al periodismo. Que hace que el contexto sea mucho más adverso para el ejercicio de la libertad de expresión y de prensa”, considera la experta.

Si se trata de hacer un balance, afirma, “asistimos a un retroceso profundo, grave de la libertad de expresión y de prensa en el país y en América Latina”.

No obstante, señala que “la ventaja de los momentos de transición es que son los momentos de proponer, esa es la parte esperanzadora. Hoy los jóvenes tienen la oportunidad de generar nuevas propuestas informativas, nuevas formas de hacer periodismo”.  Se necesita “repensar” el periodismo.

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